Es un nombre muy reciente en España, ya que hasta los años 70 y 80 era desconocido. Es una variante rusa del hebreo Tamar, y ha sido frecuente en Rusia y en países vecinos, como la reina que gobernó Georgia en la Edad Media. En Europa occidental comenzó a divulgarse como consecuencia de los exiliados rusos que se instalaban en esta zona del continente.